A través de sus sensores de posición, audio, luz, temperatura y tacto perciben a las personas y recogen información de su entorno que traducen al lenguaje de las caricias.
Son expertos en lenguaje, e incluso son capaces de interpretar algunas palabras. Están pensados para acompañar a niños y personas mayores y responder a estímulos afectivos básicos. Muestran alegría si les haces caso y lloran cuando se les golpea o se les ignora.