El super Computador  que predice el futuro


¿Puede una computadora predecir el futuro, al estilo Minority Report?
¿Recuerdan la famosa película de Steven Spielberg de 2002 protagonizada por Tom Cruise, donde los criminales eran aprehendidos en base a las premoniciones proporcionadas por tres psíquicos llamados "precogs" que previsualizan los crímenes al recibir visiones del futuro?


Kalev Leetaru de la Universidad de Tennessee ha contribuido con un desarrollo sorprendentemente similar en inteligencia artificial a través de una supercomputadora SGI Altix, basada en Xeon, de 1024 núcleos llamada Nautilus, que puede predecir el futuro. En 2011, pudo profetizar varias tendencias culturales y políticas, incluido un levantamiento revolucionario populista en Egipto y la estabilidad general de Arabia Saudita.

 ¡Aún más, identificó correctamente la ubicación de Osama Bin Laden en Pakistán con una sorprendente precisión de 200 km en un momento en que los expertos pensaban que estaba en un país completamente diferente!




La gráfica que ilustra este artículo sirvió para detectar el paradero de Bin Laden: en el norte de Pakistán, en un radio máximo de 200 kilómetros en torno a Peshawar. ¿Labor de espionaje, garrotazos, torturas a miembros de Al Qaeda? No: se trata de representación gráfica de las noticias publicadas o emitidas en las que se citó a Bin Laden entre enero de 1979 y abril de 2011.


El análisis de los datos ha sido posible gracias al superordenador Nautilus, de la Universidad de Illionis, y cuya aplicación en las ciencias sociales promete anticipar revueltas sociales, manifestaciones y caídas de gobiernos y regímenes. Nautilus fue alimentado a principios de año con 100 millones de noticias para detectar el “estado anímico del mundo” y determinar posibles patrones de cambio social.

El sistema funciona de la siguiente manera: las noticias, procedentes de todo el mundo, se traducen al inglés. 

El software analiza el sesgo de las informaciones y les asigna una puntuación positiva o negativa. A continuación, un equipo de analistas trata de establecer patrones emergentes dentro del flujo de la información. Así, fue posible detectar el descontento social que precedió a las revoluciones de Egipto, Túnez o Libia. 

Sin embargo, la revolución tendrá que esperar en Arabia Saudí, según Nautilus: las noticias tienen un tono negativo pero estable, no están en proceso de caída, como sucedía en los casos anteriores.

Si la capacidad predictiva del Nautilus es tan eficiente deberíamos preocuparnos. Esta gráfica muestra el sesgo “emocional” de las noticias recogidas en el Summary of World Broadcasts durante los últimos 32 años. Teniendo en cuenta que la línea que señala el “0” indica información neutral y que los puntos negativos señalan informaciones negativas, la revolución mundial parece inminente:




Las tres fuentes informativas que nutren las tripas de Nautilus son el archivo del New York Times entre 1945 y 2005, y sendos sumarios de noticias mundiales: el SWB y el FBIS, establecidos tras la II Guerra Mundial por los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses. El análisis del flujo informativo no es posible sin la fuerza bruta informática del superordenador: los 100 millones de noticias analizadas establecen 100 billones de conexiones entre sus 10.000 millones de nodos. Nautilus incorpora 1.024 núcleos Intel Nehalem y es capaz de procesar 8,2 teraflops.

No es la primera vez que se llevan las herramientas de análisis de datos y estadísticas al siempre resbaladizo campo de las ciencias sociales. El sociólogo Bueno de Mesquita lleva décadas utilizando un modelo matemático basado en la teoría de juegos para predecir cosas como la Intifada de 2000, la reforma económica de Brasil o el derrumbamiento de la URSS. Más reciente es Ngram, una herramienta que utiliza los miles de libros escaneados por Google Books para detectar tendencias sociales en largos períodos de tiempo. 

 Pero, al contrario que Nautilus, Ngram es más capaz de adivinar el futuro que el pasado.

Visto en Discovery y Guardian. Estudio original, aquí.
 por Iñaki Berazaluce